miércoles, 13 de octubre de 2010

Marmeládov



Teresa Cañas

Fiodor Dostoievski nos ha presentado hace tiempo, en sesión clínica, el caso de un alcohólico al que llamó Marmeládov, nombre que en el idioma ruso significa algo así como falta de fuerza de voluntad. Lo expuso así:

Se trata de un varón de nacionalidad rusa, residente en la ciudad de San Petesburgo, “como de cincuenta años, de mediana estatura y de constitución recia, algunos pelos canosos en el cráneo mondado; una cara con pintas amarillas y hasta verdosas, por efecto de la bebida, y los pómulos salientes, por debajo de los cuales fulgían unos ojillos pequeñines como rendijas y que lanzaban miradas llenas de vivacidad y rojizas”. Pero, según refería Fiodor, en esa mirada resplandecía también cierta solemnidad y al mismo tiempo dejaba traslucir algo de locura.
La descripción que hizo de su vestimenta fue la siguiente: “vestía un viejo frac negro, completamente hecho jirones, con los botones caídos. Sostenía, sin embargo, uno de ellos, y él se lo abrochaba con el visible afán de conservar el decoro. Por debajo del chaleco de nanquín se abombaba una corbata de plastrón, llena de salpicaduras y de manchas. Llevaba la cara afeitada, a lo funcionario, pero hacía ya mucho tiempo que no se afeitaba, de suerte que empezaban a brotarle en las mejillas matas de rudos pelos. También mostraban sus gestos, efectivamente, algo de gravedad burocrática”.
Entre los antecedentes personales destacó que Marmeládov era funcionario y que había enviudado hace unos años de su primer matrimonio, en el que tuvo una hija llamada Sonia. Vivió en una población remota, donde conoció a la que es su actual mujer, Katerina Ivánovna, también viuda y madre de tres niños pequeños, que, al perder a su marido, se había quedado en una situación de extrema pobreza. Katerina, una mujer culta y de familia distinguida, consintió casarse con él “llorando y gimiendo” porque no tenía adónde ir. Por esa época Sonia tenía ya catorce años. Tras la boda, Marmeládov estuvo un año entero sin beber, cumpliendo con su trabajo y sus deberes de marido y padre. Pero le cesaron en el trabajo por un cambio de personal y volvió al aguardiente. Pasaron muchos apuros y al año siguiente se fueron a vivir a San Petesburgo, donde encontró un empleo que perdió poco después a causa de la bebida.
En la actualidad, nos dijo, la familia vive en un cuchitril infecto en un barrio de la ciudad, donde Sonia, que ya se ha hecho mayor, se prostituye para mantener a la familia. No pagan al casero y éste les amenaza con echarles y ha llegado a pegar a Katerina, que está enferma de tuberculosis. Marmeládov pasa el día de taberna en taberna, y cuando vuelve a casa Katerina se enfada mucho y le tira de los pelos. Hace unas semanas consiguió un nuevo trabajo y durante unos días dejó de beber. Katerina y Sonia, en este tiempo, le mimaban mucho. Cuando llevó el primer sueldo a casa, Katerina hasta le acarició la mejilla y le llamó “nenito mío”. Y durante ese día, Marmeládov fue totalmente feliz soñando cómo vestiría a los niños, las cosas de la casa que arreglaría, y que su hija podría de nuevo llevar una vida honrada. Pero al día siguiente, por la noche, cogió el dinero del arca donde lo había guardado Katerina y se lo bebió todo, no apareciendo por casa en cinco días.
Cuando a Marmeládov se le pregunta porque bebe, dice que es porque quiere sufrir doble.

Páginas más tarde, Fiodor nos ha contado que la evolución de este caso ha sido catastrófica. Marmeládov ha muerto en un accidente de tráfico: ha sido atropellado por un coche de caballos. Como pasa frecuentemente en las personas alcohólicas, se desconoce si realmente ha sido un accidente causado por la borrachera que tenía o fue un suicidio. Según declaró el cochero, fue derecho a meterse entre las patas de los caballos, aunque él le avisó hasta tres veces y los caballos iban, como quien dice, al paso. “No parece sino que lo hizo adrede o que estaba muy borracho”, comentó el cochero.

También nos ha dicho Fiodor que Marmeládov, pocos días antes de su muerte, había estado hablando con un joven estudiante harapiento y orgulloso llamado Raskólnikov. Se emborrachó con él y le contó su vida. Después le llevó a su casa, donde Raskólnikov conoció a Katerina, furiosa y febril, y a sus tres pequeños hijastros,  desvalidos y tristes. Y este estudiante pobre asesinó a una vieja usurera para demostrarse a sí mismo que él no era un piojo como Marmeládov, sino que pertenecía a la clase de hombres extraordinarios tipo Napoleón, aquellos que tienen derecho a cometer crímenes e infringir las leyes sólo por el mismo hecho de ser extraordinarios.
Tras su crimen, Raskónikov sufrió mucho. Sonia, la hija prostituta de Marmeládov, le amó profundamente y le convenció para que se entregase. Y le siguió a su presidio en Siberia, donde Raskólnikov continuó sufriendo no porque estuviera arrepentido, sino porque se sentía un fracasado. Y mostraba su desprecio por la hija de Marmeládov.
Hasta que un día Raskólnikov soñó que había en el mundo una plaga cuyos gérmenes volvían totalmente locos a los hombres, aunque los que se contagiaban se consideraban más inteligentes que nadie. Por eso, no podían ponerse de acuerdo sobre lo que era bueno y lo que era malo. Y esta peste ocasionó una catástrofe mundial. Cuando volvió a ver a Sonia, la hija de Marmeládov, Raskólnikov sintió que algo le cogía y le echaba a sus pies; y sin necesidad de hablarse ambos comprendieron que habían resucitado gracias al amor y que “el corazón del uno encerraba infinitas fuentes de vida para el corazón del otro”.

Pero, como dice Fiodor Dostoievski, esta es otra historia diferente a ésta de crimen y de castigo. Él dice que “aquí ya empieza una nueva historia, la historia de la gradual renovación de un hombre, la historia de su tránsito progresivo de un mundo a otro, de su conocimiento con otra realidad nueva, totalmente ignorada hasta allí”. La nueva historia de Raskólnikov y la hija de Marmeládov.


Publicado en Revista Axis, Octubre 2003

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